Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich by Jesús Hernández

Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich by Jesús Hernández

autor:Jesús Hernández [Hernández, Jesús]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


Primer día. Hamburgo

Comenzamos nuestro viaje en la ciudad portuaria de Hamburgo, a donde hemos llegado en un vuelo internacional desde nuestra ciudad de origen. Para alojarnos elegiremos el mejor hotel de la ciudad, el Atlantic, en el que se hospedaba el propio Hitler en sus visitas a la ciudad, aunque antes de llegar a canciller se alojaba en otro más modesto, el Phönix, junto a la estación central. El Atlantic, fundado en 1909, ha contado entre sus huéspedes con personajes ilustres como Charles de Gaulle, Neil Armstrong, Onassis o Michael Jackson, así que difícilmente podemos equivocarnos con esa elección.

Hitler quería convertir a la ciudad hanseática en uno de los principales centros económicos del mundo y, como mínimo, el más importante de Europa. Esta urbe recibiría del Führer el título de Tor zur Welt («puerta hacia el mundo»). Si hubiera hecho realidad sus planes, Hamburgo poseería hoy un buen número de rascacielos. Aunque seguramente no podría rivalizar con Nueva York, tendríamos oportunidad de admirar el edificio conocido como Gauhaus, de 250 metros de altura (el Empire State Building se alza hasta los 449 metros). El Gauhaus presentaría una esbelta forma rectangular y su azotea estaría coronada por una enorme estatua humana. El resto de rascacielos los podríamos ver alineados a lo largo de la orilla del río Elba, formando un característico skyline. Pero el icono de Hamburgo sería quizás la silueta de un puente sobre el río Elba de dimensiones gigantescas, el mayor de los que se pretendían construir.

También podríamos admirar la grúa flotante Titán que, en este caso, si que se llegó a construir. Este artefacto era un prodigio de la técnica; medía 112 metros de altura y pesaba 287 toneladas. Podía levantar hasta 350 toneladas. Las singulares características de esta grúa y su enorme coste hicieron que Hitler le profesase especial admiración. La grúa acabaría hundiéndose en el río a consecuencia de un bombardeo durante la guerra. Una vez acabada la contienda, los norteamericanos lograron rescatarla, quedándose asombrados por sus hercúleas características. En 1946 la trasladaron a un astillero de Long Beach, en California, en donde prestó servicio durante cinco décadas. Ante la falta de capacidad de las grúas existentes, en 1999 fue trasladada al canal de Panamá para realizar los trabajos periódicos de revisión y reparación de las pesadas compuertas de las esclusas, una labor que sigue realizando en la actualidad, por lo que en nuestro imaginario viaje podríamos verla todavía en acción, convertida en atracción turística.

Tras esa primera toma de contacto con la monumentalidad nazi, los más animosos podrían aventurarse por la vida nocturna de St. Pauli, el histórico barrio rojo de la ciudad. Por su proximidad al puerto, este distrito estaba poblado mayoritariamente por marineros y obreros, lo que marcaría su personalidad. Los nazis trataron de controlar su espíritu rebelde y contestatario, por ejemplo clausurando los locales en los que se bailaba música norteamericana. Durante la guerra se acentuó allí la persecución de vagabundos, prostitutas y demás individuos etiquetados de «asociales». Incluso en mayo de 1944



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